México mágico (VI):
Los Atlantes de Tula
Queridos amigos, en esta ocasión les quiero hablar de los increíbles “Atlantes de Tula”, cuatro enormes estatuas pertenecientes a la cultura tolteca que se encuentran en una zona arqueológica del Estado de Hidalgo, a unos 100 Km al norte de la ciudad de México. Finalmente tuve la oportunidad de conocer de cerca las colosales esculturas precolombinas, miden 4.8 metros de altura y se encuentran en Tula (forma castellanizada de Tōllān), capital de la cultura tolteca y que dominara en el norte del altiplano mexicano entre los siglos X y XII. La antigua ciudad de Tula fue una de las ciudades más importantes del México prehispánico, considerada el centro religioso, político y administrativo de esta antigua civilización. Llegó a ser una gran metrópoli con decenas de miles de habitantes y una extensión de más de 15 Km2, con plazas, pirámides, palacios, campos de pelota, calles, calzadas y varios puentes sobre el río que atraviesa la ciudad.
De los elementos arquitectónicos más significativos de la zona arqueológica destaca la pirámide ‘B’, y situados en su cúspide, dominan el paisaje los “Atlantes de Tula”, visibles desde casi cualquier punto de la ciudad junto con otras pilastras. La función que cumplían estos colosos era sólo de tipo arquitectónico, o sea, que junto con las columnas, las estatuas, servían como pilares para sostener el techo del templo que se encontraba en la cima de la pirámide, de ahí el nombre de atlantes. Esta pirámide es considerada el centro ceremonial de la ciudad dedicado al culto de Quetzalcóatl (serpiente emplumada), uno de los dioses ampliamente venerado por muchas culturas mesoamericanas.
Custodios permanentes
Los atlantes están labrados en piedra basáltica con la figura de guerreros. La teoría más aceptada sobre lo que representan estas efigies es la de un grupo de guardianes toltecas en su función de escolta permanente del Templo de Quetzalcóatl. Cada uno de ellos está constituido por cuatro bloques que se acoplan perfectamente unos con otros. El primer bloque corresponde a las piernas y pies. El segundo y el tercero de los bloques forman el tronco, y por último, el cuarto de los bloques representa la cabeza cubierta por una corona de plumas.
Indumentaria Militar
Algunos objetos de su atavío son muy difíciles de identificar. Por ejemplo, tienen una especie de cubre-orejas y el pecho está cubierto por una placa en forma de mariposa. En la parte posterior, a la altura de los riñones otra placa pero esta vez en forma circular y con la representación de un rostro humano al centro del disco. Aparentemente los atlantes están calzando huaraches, un tipo de chanclo, en el cual la parte trasera del pie está cubierta, mientras que la parte del empeine parece que pasan las correas con un adorno para sujetar el pie. Finalmente, armas como un cuchillo y un instrumento curvo que es muy característico de las representaciones guerreras de esta cultura los distingue como militares.
Las pilastras también se consideran importantes.
En ellas están grabados varios dibujos en los que predomina la forma de serpiente emplumada. También a lo largo de la base de la pirámide (lado opuesto a las escaleras) se encuentran diversas imágenes talladas que representan jaguares, águilas, serpientes y cráneos humanos.
El Palacio Quemado
El centro de la ciudad en ruinas se compone de una gran plaza circundada por varias edificaciones, entre las que se encuentran el Templo de Quetzalcóatl del cual hablábamos, una cancha para el juego ritual de pelota y otro edificio piramidal. A un costado de la pirámide se encuentran vestigios del Palacio Quemado, edificación que toma este nombre de los indicios de un gran incendio que destruyó el centro administrativo de Tula y probable motivo de la destrucción de la capital tolteca. Del edificio solo quedan las columnas de piedra que sostenían el techo. Los restos del Palacio Quemado constituyen una de las construcciones más importantes de Tula, ya sea por las innovaciones arquitectónicas que incorpora, como por su enorme similitud al Palacio de las Columnas de Chichén Itzá, en Yucatán, situado a más de mil kilómetros de distancia.