Enredos de Familia
por Emi Mendoza
Casimira y yo nos casamos hace muchos años con mucho amor. Pero con el tiempo ese amor se fue apagando hasta que ninguno de los dos soportaba estar juntos. Nuestro hijo Humberto era la única razón para continuar nuestra unión. Pero cuando Humberto creció, se casó y se fue a formar su propio hogar, nuestras peleas empezaron a ser más frecuentes. Teníamos que divorciarnos, no nos quedaba otra alternativa. Aunque los dos estábamos de acuerdo con la separación, el verdadero problema era que ninguno de los dos quería irse del hogar donde vivíamos. Yo no quería salirme de la casa que yo había construido con mis propias manos. Pero Casimira insistía que ella había contribuido a mantenerla y que tenía el mismo derecho a vivir en ella.
Al quedar formalmente divorciados, el juez pronunció la sentencia diciendo que la casa pertenecía a los dos por igual. Si no queríamos venderla, entonces deberíamos compartirla para siempre. Como ninguno de los dos deseaba venderla decidimos vivir juntos y hacernos la guerra. Nuestra estrategia era la de fastidiarnos mutuamente para ver quien cedía primero y se mudaba. Cada uno tomó posesión de un dormitorio, logrando su propio espacio, pero el resto de la casa se tenía que compartir provocando muchas discusiones.
Humberto trataba en todas las maneras de evitar nuestras peleas. Un día invitaba a su madre a salir y otro día me invitaba a mí. Trataba de mantenernos separados durante el día, de tal manera que durante la noche llegábamos a casa sólo para dormir.
Uno de los lugares que mi hijo me invitaba con frecuencia para tenerme lejos de su madre era la casa de la familia de su esposa. Varias veces fui invitado a comer al hogar de sus suegros quienes eran muy gentiles conmigo. En una de esas visitas conocí a Vitola, la hermana de la esposa de Humberto. Era una encantadora mujer 20 años más joven que yo. Durante esos días, la madre de Vitola, suegra de Humberto, desgraciadamente falleció de una enfermedad que padecía de tiempo. Vitola quedó muy triste detrás de la muerte de su madre. Ella buscó refugio en mis brazos donde encontró el apoyo que la ayudaría a recuperarse de esa gran tristeza…y sin querer… nos enamoramos. Se dice que el amor no tiene edad y la diferencia de edades entre nosotros no representaba obstáculo para nuestra relación. El único problema era que Vitola era la cuñada de mi hijo Humberto y por supuesto, él se opuso de inmediato a nuestra unión. Pero cuando uno está enamorado, no escucha razones de ningún tipo. Como yo ya me había divorciado y era libre, decidí casarme con ella. Para ir a vivir juntos, tomamos la decisión de compartir la casa con Casimira. Teníamos la esperanza de que esto sirviera para presionarla para que se buscara otro apartamento. Pero Casimira se puso furiosa por esa acción y lógicamente no la aceptó y lo peor es que se aferró más a la casa. Ella no podía aceptar a pocos meses de la separación que yo le metiera una nueva mujer en la casa y que además era la hermana de su nuera. Pero yo impuse mi categoría de propietario de la casa y ella tuvo que aceptar. La combinación de acciones hizo romper completamente la relación que yo tenía con mi hijo.
Apenas habíamos tomado la decisión de vivir juntos, nos encontramos con otro problema: el papá de Vitola (suegro de Humberto, mi hijo). Hacía poco que su esposa había muerto y yo me estaba llevando a la única hija que vivía con él, dejándolo solo y triste. Todavía era joven, pero él se sentía completamente viejo y acabado, estaba destruido por la soledad. No podíamos dejarlo abandonado en esa casa. No obstante no tuviéramos una estancia libre para él, decidimos que viniera a vivir con nosotros. Pensamos que por poco tiempo, mi suegro podría quedarse en el sofá de la sala en espera de que se liberara el cuarto que tenía mi ex esposa. Esta acción hizo explotar más aún a Casimira quien hizo que se convirtiera nuestra morada en un campo de batalla.
Pocas semanas después de vivir todos juntos en ese ambiente belicoso, sucedió un episodio inesperado el mismo día en que nos enteramos que Vitola estaba embarazada. Vitola esperaba un hijo mío y estábamos tan felices con la llegada de la cigüeña, que quisimos festejar hasta tarde en una cervecería. Esa noche regresamos en la madrugada a casa y no queríamos despertar a mi suegro que supuestamente estaría durmiendo en la sala. Entramos sigilosamente a la casa pero noté en la oscuridad que el sofá estaba vacío, el papá de mi esposa no estaba durmiendo como suponíamos. Lo busqué por toda la casa, pero él no apareció por ninguna parte. Salimos inmediatamente a la calle en su búsqueda. Pensamos que quizá se había enojado al enterarse de nuestro nuevo hijo o simplemente la 'bruja' de mi ex esposa lo había maltratado tanto que se había ido para siempre. Nadie supo dar información acerca del pobre hombre. La policía no tenía reportado a nadie con esas características.
Al amanecer, regresamos a la casa sólo para darnos cuenta que mi suegro había pasado toda la noche en el dormitorio de Casimira. Nadie podía suponer que la 'bruja' le hubiera dado 'asilo'. La sonrisa de mi suegro confirmaba lo que me temía, se había enamorado de mi ex esposa. La voz inconfundible de mi ex mujer se dejó escuchar desde la cocina llamándonos a sentarnos en la mesa. Era la primera vez que no sólo no nos agredía, sino que hasta nos invitaba a desayunar. Esa acción tan noble y simpática se tradujo en una petición de paz. Cuando Casimira notó que yo aceptaba la amistad, en la mesa dio una noticia con gran alegría mientras abrazaba a mi suegro: se habían enamorado y anunciaban su inminente matrimonio. En ese momento empecé a comprender que yo había sido el primero en cometer locuras y que los demás me estaban siguiendo.
Al poco tiempo nació mi hijita Vitolina, una hermosa niña muy parecida a mí. Pero poco tiempo después también nació Casimirino, producto del amor entre mi suegro y mi ex esposa. Durante todos estos años todos hemos vivido en armonía, juntos en esta pequeña casa. Como consecuencia del nacimiento de nuestros hijitos se armó un relajo con los vínculos de parentesco entre los habitantes de la casa. Empecé a confundirme. Mi ex esposa se convirtió en mi suegra, pues al casarse con el padre de mi esposa se convirtió en madrastra de mi esposa; pero al mismo tiempo abuelastra de mi hija Vitolina, pues era nieta de su actual esposo. Humberto, mi hijo, era también mi concuñado porque era esposo de la hermana de mi esposa, lo que significa que al ser yo cuñado de mi cuñada, mi suegro era tío de mi hijo y por lo tanto, para el hijo de mi hijo, mi verdadero nieto, yo era también su tío y mi esposa su hermanastra.
Vitola, mi actual esposa, en cambio, era nuera de su hijo y yo padrastro de mi madrastra, y mi suegro y su mujer eran mis hijastros, por lo tanto, mi hijo era también mi bisnieto, pero al mismo tiempo, ella se convirtió también en la hijastra de mi ex esposa y por lo tanto hermanastra del hijo de mi suegro quien además se convirtió en padre de mi sobrino y abuelo de mi hija….Ja!
Después de varios años de convivencia todos juntos en la misma casa, ya me estaba acostumbrando a los enredos consanguíneos, y casi me había aprendido los parentescos entre nosotros. Sin embargo, nos acabamos de enterar de que habrá otro matrimonio "intrafamiliar". Nuestros hijos, Vitolina y Casimirino ya son grandes y el destino quiso que enamoraran. No son hermanos porque mi ex esposa y yo ya no estábamos casados cuando ellos nacieron, por lo tanto no tienen impedimento para unirse en matrimonio. Ahora que han anunciado su unión temo la llegada de otro enredo que complicará aún más la relación familiar entre la enmarañada familia y he empezado a analizar los futuros parentescos. Hoy llegué a la conclusión que yo me convertiré en el padre de mí mismo…
Al quedar formalmente divorciados, el juez pronunció la sentencia diciendo que la casa pertenecía a los dos por igual. Si no queríamos venderla, entonces deberíamos compartirla para siempre. Como ninguno de los dos deseaba venderla decidimos vivir juntos y hacernos la guerra. Nuestra estrategia era la de fastidiarnos mutuamente para ver quien cedía primero y se mudaba. Cada uno tomó posesión de un dormitorio, logrando su propio espacio, pero el resto de la casa se tenía que compartir provocando muchas discusiones.
Humberto trataba en todas las maneras de evitar nuestras peleas. Un día invitaba a su madre a salir y otro día me invitaba a mí. Trataba de mantenernos separados durante el día, de tal manera que durante la noche llegábamos a casa sólo para dormir.
Uno de los lugares que mi hijo me invitaba con frecuencia para tenerme lejos de su madre era la casa de la familia de su esposa. Varias veces fui invitado a comer al hogar de sus suegros quienes eran muy gentiles conmigo. En una de esas visitas conocí a Vitola, la hermana de la esposa de Humberto. Era una encantadora mujer 20 años más joven que yo. Durante esos días, la madre de Vitola, suegra de Humberto, desgraciadamente falleció de una enfermedad que padecía de tiempo. Vitola quedó muy triste detrás de la muerte de su madre. Ella buscó refugio en mis brazos donde encontró el apoyo que la ayudaría a recuperarse de esa gran tristeza…y sin querer… nos enamoramos. Se dice que el amor no tiene edad y la diferencia de edades entre nosotros no representaba obstáculo para nuestra relación. El único problema era que Vitola era la cuñada de mi hijo Humberto y por supuesto, él se opuso de inmediato a nuestra unión. Pero cuando uno está enamorado, no escucha razones de ningún tipo. Como yo ya me había divorciado y era libre, decidí casarme con ella. Para ir a vivir juntos, tomamos la decisión de compartir la casa con Casimira. Teníamos la esperanza de que esto sirviera para presionarla para que se buscara otro apartamento. Pero Casimira se puso furiosa por esa acción y lógicamente no la aceptó y lo peor es que se aferró más a la casa. Ella no podía aceptar a pocos meses de la separación que yo le metiera una nueva mujer en la casa y que además era la hermana de su nuera. Pero yo impuse mi categoría de propietario de la casa y ella tuvo que aceptar. La combinación de acciones hizo romper completamente la relación que yo tenía con mi hijo.
Apenas habíamos tomado la decisión de vivir juntos, nos encontramos con otro problema: el papá de Vitola (suegro de Humberto, mi hijo). Hacía poco que su esposa había muerto y yo me estaba llevando a la única hija que vivía con él, dejándolo solo y triste. Todavía era joven, pero él se sentía completamente viejo y acabado, estaba destruido por la soledad. No podíamos dejarlo abandonado en esa casa. No obstante no tuviéramos una estancia libre para él, decidimos que viniera a vivir con nosotros. Pensamos que por poco tiempo, mi suegro podría quedarse en el sofá de la sala en espera de que se liberara el cuarto que tenía mi ex esposa. Esta acción hizo explotar más aún a Casimira quien hizo que se convirtiera nuestra morada en un campo de batalla.
Pocas semanas después de vivir todos juntos en ese ambiente belicoso, sucedió un episodio inesperado el mismo día en que nos enteramos que Vitola estaba embarazada. Vitola esperaba un hijo mío y estábamos tan felices con la llegada de la cigüeña, que quisimos festejar hasta tarde en una cervecería. Esa noche regresamos en la madrugada a casa y no queríamos despertar a mi suegro que supuestamente estaría durmiendo en la sala. Entramos sigilosamente a la casa pero noté en la oscuridad que el sofá estaba vacío, el papá de mi esposa no estaba durmiendo como suponíamos. Lo busqué por toda la casa, pero él no apareció por ninguna parte. Salimos inmediatamente a la calle en su búsqueda. Pensamos que quizá se había enojado al enterarse de nuestro nuevo hijo o simplemente la 'bruja' de mi ex esposa lo había maltratado tanto que se había ido para siempre. Nadie supo dar información acerca del pobre hombre. La policía no tenía reportado a nadie con esas características.
Al amanecer, regresamos a la casa sólo para darnos cuenta que mi suegro había pasado toda la noche en el dormitorio de Casimira. Nadie podía suponer que la 'bruja' le hubiera dado 'asilo'. La sonrisa de mi suegro confirmaba lo que me temía, se había enamorado de mi ex esposa. La voz inconfundible de mi ex mujer se dejó escuchar desde la cocina llamándonos a sentarnos en la mesa. Era la primera vez que no sólo no nos agredía, sino que hasta nos invitaba a desayunar. Esa acción tan noble y simpática se tradujo en una petición de paz. Cuando Casimira notó que yo aceptaba la amistad, en la mesa dio una noticia con gran alegría mientras abrazaba a mi suegro: se habían enamorado y anunciaban su inminente matrimonio. En ese momento empecé a comprender que yo había sido el primero en cometer locuras y que los demás me estaban siguiendo.
Al poco tiempo nació mi hijita Vitolina, una hermosa niña muy parecida a mí. Pero poco tiempo después también nació Casimirino, producto del amor entre mi suegro y mi ex esposa. Durante todos estos años todos hemos vivido en armonía, juntos en esta pequeña casa. Como consecuencia del nacimiento de nuestros hijitos se armó un relajo con los vínculos de parentesco entre los habitantes de la casa. Empecé a confundirme. Mi ex esposa se convirtió en mi suegra, pues al casarse con el padre de mi esposa se convirtió en madrastra de mi esposa; pero al mismo tiempo abuelastra de mi hija Vitolina, pues era nieta de su actual esposo. Humberto, mi hijo, era también mi concuñado porque era esposo de la hermana de mi esposa, lo que significa que al ser yo cuñado de mi cuñada, mi suegro era tío de mi hijo y por lo tanto, para el hijo de mi hijo, mi verdadero nieto, yo era también su tío y mi esposa su hermanastra.
Vitola, mi actual esposa, en cambio, era nuera de su hijo y yo padrastro de mi madrastra, y mi suegro y su mujer eran mis hijastros, por lo tanto, mi hijo era también mi bisnieto, pero al mismo tiempo, ella se convirtió también en la hijastra de mi ex esposa y por lo tanto hermanastra del hijo de mi suegro quien además se convirtió en padre de mi sobrino y abuelo de mi hija….Ja!
Después de varios años de convivencia todos juntos en la misma casa, ya me estaba acostumbrando a los enredos consanguíneos, y casi me había aprendido los parentescos entre nosotros. Sin embargo, nos acabamos de enterar de que habrá otro matrimonio "intrafamiliar". Nuestros hijos, Vitolina y Casimirino ya son grandes y el destino quiso que enamoraran. No son hermanos porque mi ex esposa y yo ya no estábamos casados cuando ellos nacieron, por lo tanto no tienen impedimento para unirse en matrimonio. Ahora que han anunciado su unión temo la llegada de otro enredo que complicará aún más la relación familiar entre la enmarañada familia y he empezado a analizar los futuros parentescos. Hoy llegué a la conclusión que yo me convertiré en el padre de mí mismo…