Breves relatos para el IX Encuentro de Mujeres en su Tinta
Escritos por Liduvina Cervera Gómez
Nuestra escritora invitada, Liduvina Cervera, va a participar en el IX Encuentro “Mujeres en su tinta” organizado por la Universidad de Sonora. Se trata de un foro donde las mujeres escritoras se expresan y comparten sus obras literarias de cualquier género. Nuestra poetisa predilecta propuso para este importante evento tres micro relatos basados en casos reales, en los cuales hace una denuncia contra la violencia que estamos padeciendo en nuestro país, cada vez con mayor frecuencia. Liduvina nos envió sus cortas, pero muy emotivas obras para su difusión en nuestro rincón literario. Gracias por compartir.
Facebook: Mujeres en su Tinta
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Para leer las obras propuestas, por favor pincha el título de interés para abrir el acordeón.
Desmembrados
Estaban ahí tirados… Así nomás… En la banqueta. En plena vía pública a la vista de todos; mujeres, niños, ancianos. ¡En el mero centro de la ciudad! Una ciudad pequeña antes tranquila donde ahora la violencia se ha vuelto el pan de cada día. Dos cabezas sin rostro, les arrancaron la piel de la cara, y las arrojaron al suelo a un lado de los cráneos rojos con ojos saltones y dentadura expuesta; dos torsos, cuatro brazos, cuatro piernas, dos narcomensajes. Dicen que uno era policía y el otro era su amigo.
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¡Dizque daño colateral! No se pueden imaginar el horror que produce ver tal espectáculo, el olor a rastro, el calor pegajoso y el zumbido de las moscas queriendo darse un festín. Dos rompecabezas humanos, aún no los han identificado… ¿Quién unirá las piezas?, ¿Qué cabeza con qué torso y con qué brazos?, ¿Qué piernas con qué caderas? El forense ha llegado.
Guerreras buscadoras
No me amenaces, no… si yo ya estoy muerta… Tú me mataste. El día que desapareció mi hijo, ese día morí. Yo solo quiero su cuerpo, para darle cristiana sepultura, para tener donde rezarle y llevarle flores, las flores que abundan en la tierra regada con mi llanto; en las macetas, en el suelo, hasta en el polvo que levanta el viento.
Aunque tenga que cavar todos los días que me quedan de vida, abriré la tierra con mi pala, con mis manos. No me importa si hace calor, si cae la lluvia o si hace frío; no me importa si es en el monte o en el desierto, no descansaré hasta encontrarlo, levantando piedras, abriendo las entrañas de la tierra hasta que la tierra tiemble, así como abrí mis entrañas para parirlo, así parirá la tierra. Además a ti ¿Qué te importa?, ¿Qué daño puedo hacerte? Yo no busco venganza, solo quiero a mi hijo. Él está por ahí solito… perdido, de seguro me está esperando para que lo lleve de regreso a casa. Una madre, con su inmenso amor, hace todo por su hijo y contra eso no puedes hacer nada.
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No fue mi culpa
No fue el filo del hierro que se quitó el frío con el calor de mi sangre.
Fue toda esa basura que te contamina la cabeza y te pudre el cerebro.
Fue ese olor fétido de la carne podrida y agusanada que te envilece hasta el feminicidio.
Fue toda esa basura que te contamina la cabeza y te pudre el cerebro.
Fue ese olor fétido de la carne podrida y agusanada que te envilece hasta el feminicidio.
Porque creíste que eras mi dueño.
Porque te creíste esa bobería de “Mía o de nadie” Porque soy mujer. Porque tú eres hombre. Porque soy libre, independiente, porque puedo vivir sin ti, porque no te necesito. Porque mi grandeza te hace pequeño. Porque a ti nadie te abandona, porque de ti nadie se burla. Mientras yo rezaba para que pararas, suplicando a Dios que me permitiera ver crecer a mis hijos, tú seguías despiadado, hundiendo una y otra vez tus razones en mi cuerpo, abriendo agujeros por donde se me escapaba el aliento, mis sueños, mis ilusiones, mis pensamientos… la vida. Porque no te importó que soy madre, hija, hermana, amiga… Pero insisto, no fue la daga. |
Fue ese arcaico pero aún presente sistema patriarcal que alimenta tu insano juicio y
que te dicta que fue mi culpa porque no me sometí al hacinamiento.
Hasta aquí he podido contar tus motivos pero ya perdí la cuenta, tu excesivo ejercicio me ha agotado,
pero tú no te cansas seguirás clavando veintiséis razones más porque tú eres el hombre,
porque tú mandas… porque eres fuerte…
¡Para!...
¡Basta!...
Ya no estoy aquí.
que te dicta que fue mi culpa porque no me sometí al hacinamiento.
Hasta aquí he podido contar tus motivos pero ya perdí la cuenta, tu excesivo ejercicio me ha agotado,
pero tú no te cansas seguirás clavando veintiséis razones más porque tú eres el hombre,
porque tú mandas… porque eres fuerte…
¡Para!...
¡Basta!...
Ya no estoy aquí.
®Todos los derechos reservados. Liduvina Cervera Gómez, 2020