Una foto postal en sepia (tercera parte)
Por Patricia Gutiérrez Pesce
Tío Davide, héroe caído en el cumplimiento del deber
Durante la cena les conté los pormenores sobre la vida y muerte de mi abuelo. Luego Elio me contó acerca de la vida de mi abuelo antes de que partiera hacia la Argentina: eran 5 hermanos, y no 8 como pensábamos, uno de los cuales, Davide, murió en la primera guerra mundial junto con 23 hombres jóvenes del pueblo de Bruno que fueron llamados a servir al país. A todos los caídos en la primera guerra mundial se les ha brindado homenaje con una inscripción en un monumento que se encuentra delante de la iglesia de Bruno. Hace pocos meses se organizó un evento para recordar a todos los ciudadanos de Bruno que murieron en ese periodo. Los otros tres hermanos se casaron y sólo dos de ellos tuvieron hijos/as los cuales viven en Génova y no he tenido el placer de conocer.
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Un pasaje de sólo ida
En mi familia teníamos la idea de que Paolo era huérfano cuando viajó, pero no fue así. Viajó porque su tío Francesco acababa de regresar de la Argentina en donde le había ido muy bien económicamente. Fue por esto por lo que Paolo se animó a dejar su pueblo ya que desde varios años venía pasando por una pésima situación económica debido al ataque de filoxera de la vid que azotó toda la península italiana y puso de rodillas a esa zona de viticultores. Paolo quiso probar suerte en esa lejana y prometedora tierra con las referencias que su tío Francesco le dio de personas que le podían ofrecer trabajo en Buenos Aires. Lamentablemente no le fue muy bien y las cosas no resultaron como las esperaba así que decidió trasladarse al Perú por consejo de otros compatriotas. Algunos años más tarde conocería a Giuseppina, mi abuela, ella también emigrada desde el Piamonte.
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El tío Francesco, algunos años después de su retorno de la Argentina, regaló a su hermano Bartolomeo y sus 5 sobrinos una casa y tierras porque vio que estaban en muy mala situación económica. En 1936, mi abuelo Paolo redactó un documento a través de la Embajada de Italia en el Perú en el que cedía a su hermano Luigi la parte de la casa y tierras que le correspondían. Esto nos hace pensar, contrariamente a lo que sabíamos, que no tenía intenciones de regresar a Italia y que era muy feliz en Lima con su querida Pina e hijos. Esa fue la última noticia que recibieron de Paolo. Nunca más supieron qué fue de él, si estaba vivo o muerto. Me imagino que la segunda guerra mundial no haya facilitado la comunicación entre ellos y además mi abuelo Paolo murió repentinamente durante los años de guerra, en 1942. No sabemos si mi abuela comunicó a la familia acerca de su muerte, no sabemos si tenía alguna referencia para dar la comunicación, y si así hubiera sido, la carta nunca llegó. Fue así como mi abuela se quedó aislada en Perú sin haber tenido la oportunidad de que alguien de la familia de mi abuelo le diera una mano durante los momentos difíciles por los que pasó durante la viudez. La funesta guerra separó a las familias, cercanas y lejanas. Me contaron que Carlo, hasta sus últimos días de vida en 1995, recordaba a Paolo y se preguntaba que había sido de él. Qué lástima que no pude conocerlo en ese entonces porque en esos años yo ya vivía en Italia. Hubiera sido feliz de saber algo de la vida de su primo y de conocer a la última nieta de Paolo. Sin embargo, tuve el enorme placer de conocer a su esposa, Erminia, encantadora, con dulcísimos ojos azules, super activa, de mirada atenta a todo y a todos, siempre lista para trabajar y ayudar a pesar de su avanzada edad. Había oído hablar tanto de mi abuelo que sentía como si lo hubiera conocido.
El encantador pueblito di mi abuelo
Al día siguiente, después de un delicioso desayuno con leche fresca recién ordeñada esa mañana, fuimos caminando hacia al pueblo de Bruno porque la casa-hacienda está a los pies del pueblo, ubicado en la parte alta de una pequeña colina. Caminamos por las pintorescas y silenciosas callecitas hasta que llegamos a la casa en donde mi abuelo vivió con su familia. Pude ver de cerca la casa que todavía se mantenía en buen estado y estaba habitada. Vi también la calle cuesta abajo por la cual caminó, con aquella pequeña maleta y su inseparable mandolina, para dirigirse al puerto de Génova el día que partió hacia Sudamérica. Todo me parecía como un sueño…Continuamos hasta llegar al cementerio en donde yacen las tumbas de mis bisabuelos, Bartolomeo y Ernestina, y del hermano de mi bisabuelo, Francesco y su esposa Rosa.
Resulta que mi abuelo era un trabajador jornalero (como muchos otros jóvenes del pueblo) de los viñedos del Conte del Castillo de Bruno. El castillo corona imponente el pueblo de Bruno y la familia Faà era la propietaria de todas las tierras de los alrededores; la gente del pueblo trabajaba para ellos, incluyendo mi abuelo desde muy joven. Desde hace muchos años las tierras fueron cedidas, por decisión del Conte, a la esposa del encargado de administrar las tierras. En cambio, el castillo, gracias a la oposición de los hijos del Conte, no fue cedido a esta mujer y quedó como propiedad de la familia Faà que lo viene conservando desde hace 400 años. Actualmente es la residencia de veraneo o para trascurrir los fines de semana con los amigos. Es una típica mansión fortificada con función de casa señorial y feudal construida sobre los restos de alguna zona fortificada. Se alza compacto y majestuoso dominando el paisaje circundante, con el que crea una continuidad de colores, ya que el Castillo fue construido con materiales casi exclusivamente locales: ladrillos hechos con la tierra del área de Monferrato, que muestra varios tonos de terracota haciendo que el edificio parezca un espolón de roca. De esta forma el Marqués Faà daba un símbolo del estatus social muy elevado.
La promesa de volverse a ver
Después de tres intensos días de visitas en Bruno y en sus alrededores y de habernos puesto al día con los pormenores de la familia y antepasados, nos despedimos llenos de emoción, con mucha pena de partir, con ganas de volver a vernos pronto y con la promesa de mantenernos en contacto siempre. Y así lo hicimos. Cinco años más tarde regresamos porque fuimos invitados al matrimonio de Claudio y Michela, una mañana del verano del 2011. Fue muy bonito estar nuevamente todos juntos en una ocasión tan importante y haber sido invitados a degustar un almuerzo espectacular. La cocina Piamontesa es una de las mejores de Italia, así como lo son los vinos. En julio de este año, durante las vacaciones de verano, tuve la suerte de poder volver a ver a todos los Pesce. Durante el mismo viaje, unos días antes pude visitar también el pueblito Andorno Micca, donde nació mi abuela Pina y donde tuve el enorme placer de conocer a mis primos Pretti. Curiosamente visité este pueblo en este año 2019, exactamente cien años después de que mi abuela, su hermana Tecla y su cuñado partieran para el Perú en aquel remoto otoño del 1919 (Releer esas memorias). Pero de este emocionante encuentro les hablaré en el próximo relato.
Un nuevo capítulo en mi vida
Durante los días que trascurrimos en Bruno en el 2011, tuve la oportunidad de ir a la casa de mis primos Francesco y Clara que muy acogedoramente nos invitaron a almorzar. Con grande sorpresa supe que mi primo, que es ingeniero, también es un restaurador de antigüedades en sus tiempos libres. Lo hace por pasión de conservar muebles y objetos del pasado que en una época adornaban y decoraban con gran gusto las casas y eran motivo de orgullo. Lamentablemente, debido a las modas y a la modernización fueron siendo abandonados en algún desván de la casa llenándose de polvo y después vendidos en los mercaditos de antigüedades. Francesco los restaura para darles una nueva oportunidad de vida. Me mostró sus trabajos y me enseñó algunos trucos para restaurar la madera cuando está muy apolillada. Él me transmitió esa pasión y entusiasmo y quedé fascinada con su pasatiempo.
Gracias a lo que me mostró y me explicó, se me abrió un mundo fantástico sobre un arte que yo pensaba que era imposible de aprender. Este fue el inicio de un nuevo capítulo de mi vida: la restauración de muebles de época. Apenas regresé a mi casa, me puse a buscar los productos para restaurar una vieja máquina de coser Necchi, con mueble, que una amiga mía me había regalado y yo no sabía por dónde comenzar para su restauro. Buscando información en internet acerca de los productos usados descubrí que podía aprender todos los secretos de la restauración de muebles antiguos gracias a los cursos presenciales y a los cursos online de artedelrestauro.it de Carlo Ferrari. Estos cursos me enseñaron de manera profesional este oficio casi olvidado para muchos y mal ejecutado por otros. Desde entonces, he aprendido y puesto en práctica muchísimas técnicas y desde hace casi 10 años me dedico en mis tiempos libres al arte de la restauración. Mis conocimientos me han permitido comprar y arreglar muebles para mi casa, amigos y parientes.
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El placer de haber conocido a mis parientes fue formidable. Pude comprobar que lo que mi abuela siempre decía cuando le preguntábamos porqué se casó con el abuelo, y ella contestaba: “porque era un buen hombre”. Así lo son todos los Pesce si excepción, buenos y con un corazón enorme, anfitriones excepcionales, trabajadores incansables (no conocen la palabra “vacaciones”), que aman su trabajo, la tierra y lo que ella produce.
¡Hasta la próxima con otro relato!